Un mensaje presidencial de 72 páginas y 3 horas de lectura han servido para reafirmarnos en la necesidad de la renuncia presidencial como mecanismo inicial de salida a la crisis política que atravesamos. Fue un mensaje de espaldas a la población y al país, de espaldas a quienes la eligieron conjuntamente con Pedro Castillo, enfrentado a quienes se movilizan y marchan por su renuncia. Es un gobierno absolutamente carente de legitimidad. No puede continuar, aunque pretenda hacerlo.

Pese a reconocer la existencia de que, producto de las movilizaciones de diciembre y enero se produjeron más de 60 fallecimientos, aunque entre ellos 1 policía y 6 militares por razones ajenas a las movilizaciones, se niega a reconocer la necesidad de establecer la verdad y definir responsabilidades de las muertes reconocidas como violaciones a los derechos humanos por los organismos internacionales. Niega su responsabilidad y la de los mandos militares y policiales.

Se mantiene de espaldas al país cuando persiste en desconocer que el 80% de la población pide su salida y continúa su alianza con un Congreso aún más ilegítimo, al que el 90% de la población rechaza. Un país en el que la mayoría de la población no alcanza a satisfacer las necesidades básicas, donde la recaudación tributaria está por debajo de cualquier otro país en América Latina, donde en lugar de descentralizar se ha vuelto al centro político limeño, donde el Estado está ausente en temas de servicios básicos, en seguridad, en planificación de una economía al servicio de su población, camina necesariamente al cambio político.

Este no es el mensaje que se necesitaba escuchar. Fue un mensaje de quien quiere seguir mostrándose como la pieza útil a una alianza que busca aplastar a cualquier precio las demandas de igualdad y justicia social.